Sociedad | 21 jul 2022
Redes sociales: el peligro detrás de una pantalla
Se multiplican los casos de mujeres abusadas, ultrajadas y asesinadas por contactos que nacen a partir de las redes sociales. ¿Cómo saber con quién nos conectamos? ¿Qué precauciones debemos tomar? ¿Pueden las empresas hacer algo al respecto?
En los últimos días dos graves noticias han atravesado a la sociedad, ambas con un mismo trasfondo: la plena confianza en las redes sociales. Uno es el caso de Carla Agostina Trigo, de 22 años, quien acordó a través de sus redes sociales una entrevista de trabajo y luego de uno días desaparecida fue encontrada asesinada; el otro es el de Malena Chiocconi, de 21 años, quien se encontraba en una primera cita con un chico que conoció mediante Instagram sin saber que era un delincuente, y a quien la policía comenzó a perseguir y terminaron muriendo al chocar contra un camión en la Panamericana.
Ambas jóvenes víctimas del engaño. Ambas habían comentado de sus encuentros a sus respectivas familias y habían brindado datos sobre las personas con las que iban a verse. Pero eso no bastó. Detrás de un perfil que creemos fidedigno, se encuentran seres como estos que se muestran de una manera, que generan confianza con sus potenciales víctimas, en el caso de Malena incluso manteniendo conversaciones durante varios días, pudiendo ver sus fotos, sus gustos y los lugares que frecuentaba el delincuente.
¿Cómo sabemos quién se encuentra del otro lado?, ¿tenemos manera realmente de saberlo? Es de público conocimiento que cualquiera puede abrirse un perfil en redes sociales, cualquiera de ellas, sin la necesidad ni la obligación de poner sus datos verdaderos. Las plataformas no piden número de documento ni una foto que acredite nuestra identidad. Se puede incluso escribir cualquier fecha de nacimiento, fingir cualquier edad, armar nuestro perfil con fotos robadas de cualquier otra persona de cualquier parte del mundo, es decir, suplantar la identidad de otro y que no pase absolutamente nada.
Estafas de todo tipo suceden mediante internet, pero quizás las más graves de todas tengan que ver con el delito de Grooming, que es cuando un adulto de manera deliberada acosa sexualmente a un niño, niña o adolescente a través de un medio digital que permita la interacción, redes sociales, correo electrónico, mensajes de texto, sitios de chat, juegos en línea, etc.
Una película muy conocida y que ha tratado el tema del grooming de manera excepcional es ‘Trust’ (‘Pérdida de la inocencia’), donde se cuenta la historia de una adolescente de 14 años que cree entablar un vínculo amoroso por medio de un chat con un chico de 16 años, pero que en realidad, cuando lo conoce en persona resulta ser un pederasta de 35 años. La confianza en los vínculos entre padres e hijos, lo que los niños y adolescentes cuentan y lo que se reservan, son piezas fundamentales a la hora de poder controlar este tipo de delitos de los que nadie está exento.
Pero, ¿qué pasa cuando ni así alcanza? Internet junto al uso de las plataformas digitales ha facilitado el acercamiento, el diálogo y la conexión con nuestros seres queridos desde cualquier parte del mundo y en cualquier momento del día. Vivimos conectados entre nosotros, no importa dónde estemos. Ahora bien, ¿qué sucede con el resto?, ¿tenemos que convertirnos en seres antisociales cuando la naturaleza del ser humano es exactamente la opuesta?, ¿ya no podemos asistir a una primera cita o una entrevista de trabajo porque corremos el riesgo de terminar muertas?, ¿o debemos asistir con custodia? Ya no alcanza, como hizo Malena, con contarle a su mamá que iba a salir con alguien con quien venía dialogando hacía unos días, con enviarle un mensaje unas horas más tarde diciéndole que estaba todo bien, después tuvo que compartirle su ubicación en tiempo real porque los estaba persiguiendo la policía y no entendía por qué. O como hizo Carla Agostina, que le avisó a su abuela que le habían ofrecido un trabajo de niñera y que como lo necesitaba iba a asistir a una entrevista de trabajo, que le mandó un mensaje diciéndole que ya había tomado el micro y se encontraba bien, hasta que dejó de responder y no volvió a su casa nunca más.
La delgada línea entre la socialización, el ‘ser parte’, el ‘no quedarse afuera’, contribuir a una moda de lo que todos tienen y hacen, y estar en riesgo de ser abusados, secuestrados o asesinados, se ha cobrado demasiadas víctimas en todo el mundo. Muchas más de lo que se cree han caído del otro lado pero las redes sociales siguen funcionando de igual modo, sin dar avisos, sin utilizar métodos de prevención y sin modificar el acceso a la creación de nuevos perfiles. Mientras tanto, que suban los ‘me gusta’.